LA ESCAPADA
SIPNOSIS
SOBRE EL AUTOR
Esta diferencia marca la deriva del relato y obliga al narrador a formularse y responder a más de una pregunta, ante las dudas y dilemas que se le presentan al evocar y escribir dicho encuentro, algunos meses después. Lo que da pie a una reflexión muy interesante sobre la novela, y especialmente sobre la construcción del personaje y, desde luego, sobre las atribuciones del narrador…Toda La escapada está impregnada de literatura —y aun de puntillosas digresiones filológicas, de no fácil digestión—, muy en consonancia con el perfil del narrador y con la historia evocada: las aventuras y tribulaciones de un grupo de amigos universitarios en el Madrid de los años setenta. Lectores documentados encontrarán sin duda un valor (y un gozo) añadido en el plural abanico de guiños y referencias “librescas” que entretejen el relato, así como en la radiografía social y política, rescatada desde una oxigenante distancia, gracias al humor y la ironía, de inequívoca estirpe cervantina. Es casi innecesario señalarla también en la estructura y el entramado de la novela, con esta pareja de personajes tan contrastados entre sí, y su errabundo ocio.
...el largo monólogo en primera persona que adopta la novela trasciende con mucho la trama y la ficción. Novela intelectual, búsqueda y aventura del conocimiento como todas las de Hidalgo Bayal, divagación sobre la amistad, La escapada tiene asimismo hallazgos extraordinarios de lo que podríamos llamar filosofía callejera. Así el comentario a la pintada del metro que reza: “Te echo de menos” o la fina reflexión sobre el pudor que sigue al pasaje: “Nos llegó en esto una frase de la conversación que mantenía una pareja en la mesa de al lado. Yo no tengo a nadie, dijo el hombre, pero tú solo me tienes a mí, palabras que nos dejaron mudos y avergonzados” (p.67).La escapada es, además, una novela que celebra gozosamente a nuestros clásicos y en especial a algunos de los escritores que han nutrido la prosa y el mundo intelectual y afectivo de Gonzalo Hidalgo: Cervantes, Fray Luis, Calderón, Poe, Kafka, Borges, Sánchez Ferlosio y sobre todo Faulkner, de quien, además del título, hay una larga cita al comienzo y un comentario sustancioso de Mientras agonizo.Al igual que Cervantes en el Quijote y el Persiles, Gonzalo Hidalgo entrevera en su hermosa novela minuciosas meditaciones críticas acerca de aspectos cruciales de la génesis literaria ( de la suya, hay que precisar) tales como el surgimiento de un personaje, al que me referí antes, la conveniencia o no de que el argumento sustente la novela (p.55), el lugar menor que ha de ocupar el narrador cuando, como en esta novela, es personaje (p.66), los intríngulis de la memoria (p.28) o la desaparición del héroe en la novela moderna (p.109 ). De esta forma el autor hace a los lectores partícipes de ciertos principios de su poética.En pocos escritores contemporáneos, salvo quizá en Ferlosio, encontramos la pericia de Hidalgo Bayal para integrar en la narración expresiones de tipo tradicional tales como “Uno piensa el bayo y otro el que lo ensilla”, refrán con el que Foneto desarma la sorpresa de su amigo ante lo que le cuenta y que es por añadidura una de las citas que encabezan la novela.La escapada es, en fin, una obra espléndida, densa y amena, rica en sugerencias, melancólica, divertida a ratos, enjundiosa y magníficamente escrita, como todas las de Gonzalo Hidalgo. Los lectores devotos del escritor disfrutarán doblemente al reconocer de forma inequívoca en Foneto a un personaje de la familia bayaliana emparentado con H. Travel, el interventor o Nemo.
ENTREVISTA
"Me excedo en lo intelectual y me reprimo en lo sentimental"
ANDRES SEOANE
Una conversación con Gonzalo Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat,
Cáceres, 1950) está llena de profundos posos, de silencios meditativos y de
valiosos hallazgos. Definido en su día como escritor oculto, su única meta al
escribir, es precisamente eso, escribir, y hacerlo sin mirar el reloj o el
calendario, algo que puede resultar raro en el mundo editorial actual. También
su prosa, extremadamente culta, pulida y cadenciosa, como de otra época, le ha
encajado en la categoría de escritor minoritario...
P¿De dónde nace esta mirada al pasado que conforma La escapada?
R. A veces un suceso del presente, en este caso el encuentro casual de dos antiguos amigos, permite evocar, recuperar y analizar el pasado. El reencuentro es el detonante...
P. ¿La nostalgia del libro nace de una mirada descorazonadora hacia el presente?
R. Hacia el presente singular de los personajes seguramente sí: esto íbamos a ser y esto, en cambio, hemos sido...
P. La novela tiene mucho de lo que pudo haber sido y no fue, ¿hay una reclamación de mayor atención a su carrera literaria?
R. Yo me atrevería a decir que no, rotundamente: que no reclamo
nada. A mí me bastaba con escribir sin prisa y con publicar en una editorial
extremeña y entusiasta, como "Los libros del oeste". El resto ha venido por
añadidura.
R. Dejando claro primero que es una novela, que es ficción, no autoficción, diría que casi todo, bien por acción bien por omisión.
R. Siempre me han gustado los conceptos ferlosianos de genitum y factum, la inspiración frente a la elaboración. Por mi parte, al menos hasta ahora, nunca me he forzado a escribir una novela, siempre he partido de una ocurrencia repentina, de un detalle que daba sentido y cohesión a ideas en ciernes, a episodios dispersos. Por ejemplo: el detalle fundacional de La escapada fue encontrar en San Ginés una edición de 1963 de Los rateros de Faulkner. A partir de ahí suelo avanzar a ciegas, con más intuición que técnica.
P. Afirma que en su escritura late la voluntad de compensar lo sentimental y lo intelectual con sentido del humor. ¿Están en equilibrio en esta novela ambas vertientes?
R. Sí. Para evitar la cursilería y la pedantería, respectivamente. No sé si lo consigo. A veces pienso que me excedo en lo intelectual y que me reprimo en lo sentimental. Y me fastidia un poco, porque lo sentimental es más narrativo. Todo sea por no caer en melodramas.
P. También se le achaca una prosa demasiado culta y difícil,
¿cómo la concibe usted?
R. Como suele decirse, en literatura, una verdad no niega la
contraria (si es que puede hablarse de Verdad). En cualquier caso me gusta
pensar que aspiro a una prosa de cierta intensidad poética y esa cualidad se
aprende más en los libros que en el habla. No me atrae la prosa literaria
meramente informativa, tampoco la coloquial.
R. A veces me pregunto si en realidad se produce ese equilibrio,
si la estilística no será una forma de encubrir o camuflar la insuficiencia del
contenido o la propia ignorancia. Pero lo cierto es que hasta que no considero
aceptable el sonido de la prosa, el ritmo, la sintaxis, no me parece que el
texto esté acabado.
R. No sé si sigo bebiendo todavía. Pero a veces se me olvida
decir que tengo una deuda grande y antigua con la prosa de Juan Ramón Jiménez: La
corriente infinita, Españoles de tres mundos, etcétera.
R. Habría que decidir dónde acaba la juventud. He leído muy
buenos libros de autores nacidos en la década de los setenta y de los ochenta.
Tal vez hablen de un mundo que ya no es el mío o que no lo ha sido nunca, pero
lo hacen con solvencia literaria e intelectual. Así aprendo...
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