LOS EDUARDIANOS
SIPNOSIS
Un provocativo retrato de la
sociedad inglesa de comienzos del siglo xx que se convirtió en la novela más
leída de la célebre Vita Sackville-West.
Sebastian y Viola, dos jóvenes hermanos
que heredarán en un futuro no muy lejano la mansión de Chevron, con todas sus
deslumbrantes pero envaradas costumbres, están a punto de dejar atrás la
adolescencia y adentrarse en los entresijos de la alta sociedad inglesa bajo la
atenta mirada de su aristocrática y severa madre, Lucy. Sin embargo, la
irrupción de un impetuoso aventurero llamado Leonard Anquetil en una de las
recepciones familiares trastocará irremediable y definitivamente sus vidas. El
mundo que les espera promete amantes, exquisitas fiestas y entrañables
tradiciones ligadas a la mansión rural y al servicio, pero también dobleces e
hipocresías, reclusión y artificialidad.
Todavía están a tiempo de tomar
las riendas de su existencia, les recuerda Anquetil, pero ¿sabrán elegir
sabiamente su camino?
SOBRE LA AUTORA
GALERÍA DE IMPRESCINDIBLES.
SACKVILLE-WEST:
MUJER SOBRE MUJER
MANUEL HIDALGO
La vida y la
personalidad de Vita Sackville-West (1892-1962) fueron
extraordinarias, y estamos de enhorabuena, aunque sólo en parte, porque disponemos
de varios libros en castellano para conocerlas muy bien. No podemos decir lo
mismo respecto a su obra, pues, lamentable e incomprensiblemente, ahora mismo,
y tras la nueva edición por Alfaguara de Toda pasión apagada(1931),
sólo podemos acceder con comodidad a su novela anterior, Los eduardianos (1930),
que publicó Espasa, a su increíble libro de viajes Pasajera a Teherán (1926)
y a un par de sus biografías.
Una de estas
biografías es Juana de Arco (1936), editada por Siruela, pero no tenemos
disponible The Eagle and the Dove (1943), su libro
sobre Santa Teresa de Jesús y Santa Teresita de
Lisieux.
La otra biografía
es Pepita (1937), publicada por Tusquets, y nos
permite entrar de lleno, a través de su abuela y de su madre, en la vida de la
escritora, hija del tercer barón de Sackville-West,
nacida en la aristocrática casa de campo familiar de Knole, en el condado de
Kent, una mansión construida en el siglo XV con 365 habitaciones, 12 puertas,
52 escaleras y siete patios.
¿Pepita? Vita
Sackville-West fue nieta de la bailarina gitana malagueña Josefa Durán (1830-1871),
de origen muy humilde, conocida en media Europa como Pepita de Oliva y La Estrella
de Andalucía. Pepita, que estaba casada, se lió en Berlín con el
diplomático inglés Lionel Sackville-West, con
quien llegó a tener siete hijos sin contraer matrimonio, uno de ellos la madre
de Vita. ¿Confusión con el mismo apellido? No. Victoria, hija de Lionel y
Pepita, se casó con su primo, Edward Sackville-West, sobrino
de Lionel, y de esa unión nació Vita, que, sí, fue una Sackville-West por
partida doble. En la todavía victoriana sociedad inglesa, el escándalo
persiguió a Vita antes de nacer, por los amores adulterinos de sus abuelos, el
origen extramatrimonial de su madre y la boda de ésta con su primo carnal.
Vita tuvo su
primera relación lésbica a los 11 años, con Rosamund Grosvenor,
una compañera de colegio, y su amor duró primordialmente hasta 1913, cuando la
ya escritora (poetisa, de momento) se casó con quien llegaría a ser Sir Harold Nicolson, muy
relevante diplomático, escritor y político inglés, a quien acompañó en sus
destinos en Estambul y Teherán y con quien tuvo dos hijos, Nigel y Benedict.
Nigel Nicolson
cuenta espléndidamente en Retrato de un matrimonio (Lumen)
las características de las sólidas, amorosas, largas e inquebrantables
relaciones de sus padres, pactadas abiertamente para dar espacio y tiempo a su
bisexualidad. Su padre, Harold, fue amante durante años del escritor Raymond Mortimer,
amigo de Vita, quien, a su vez, fue amante de numerosas mujeres, entre ellas,
su cuñada, Gwen St. Aubin, Hilda Matheson,
alta directiva de la BBC, y Mary Garman, esposa del
poeta e hispanista Roy Campbell y
madre de sus dos hijos.
Pero Nigel, que
reproduce en su libro numerosas páginas de un diario inédito de Vita, aborda
principalmente los dos grandes amores de su madre: las escritorasViolet Trefusis y Virginia
Woolf. A la segunda Nigel le dedicó una biografía aparte,
que está editada por Mondadori.
La relevancia
literaria de Virginia Woolf ha dado mayor publicidad a su relación con Vita,
pero la pasión entre Violet y Vita fue más larga, intensa y compleja, como
puede comprobarse en el libro de Trefusis Cartas de amor a Vita, que
publicó Grijalbo.
Vita, colateral al
grupo de Bloomsbury, conoció a Virginia a fines de 1922. Vita, una mujer alta y
robusta, de largas piernas blancas y nariz prominente, no gustó en principio a
Virginia, pero luego iniciaron una relación sexual, que se prolongó en amistosa
hasta el suicidio en 1941 de la autora de Las olas (1931).
Vita publicó en
Hogarth Press, la editorial de Virginia y de su marido Leonard Woolf,
e inspiró decisivamente, al igual que su casa de Knole, el personaje central de Orlando (1928),
quien pasa de ser hombre a ser mujer a lo largo de cinco siglos de vida. Vita
se consideraba a sí misma, en lo físico y en lo psicológico, un ser andrógino.
Vita y Violet
Trefusis, que era hija de una amante notoria del rey Eduardo VII, se
conocieron siendo niñas y su relación se intensificó a partir de 1918, cuando
Violet todavía no se había casado con Denys Trefusis.
Su relación, con idas y venidas, altos y bajos y escapadas a Francia, fue más
pasional, tumultuosa y duradera que la de Vita y Virginia, y llegó a inquietar
a sus respectivos maridos. Todavía en los años 40 continuaban escribiéndose.
Violet, que enviudó en 1929, novelista reconocida, murió en 1972, 10 años
después de Vita, quien, a su vez, murió seis años antes que su marido.
En el interesantísimo
y muy informativo prólogo a Los eduardianos, novela que retrata
magníficamente el reinado de Eduardo VII, su traductor, el novelista y
memorialista Jesús Pardo, rastrea en las
vidas de Vita, Virginia y Violet y señala los parecidos de las tres mujeres con
algunos personajes del libro. En Orlando también
asoma la figura de Violet.
Poetisa, novelista,
biógrafa y ensayista, a Vita Sackville-West le gustaba ser apreciada por su
condición de jardinera, actividad que reflejó durante años en una columna semanal
en The Observer. Y es que Vita y Harold, su marido,
adquirieron en 1930 el abandonado castillo de Sissinghurst, en el que murieron
ambos. Lo restauraron como residencia y construyeron en él un hermosísimo
jardín, que puede visitarse, como la casa de Knole, actualmente, y que es uno
de los mejores de Inglaterra.
Toda pasión apagada cuenta, con brillantísima perspicacia psicológica, la peripecia de libertad de una fantástica anciana que acaba de quedar viuda de un destacado hombre de Estado y que, frente a sus seis muy maduros hijos, opta por abordar un camino muy personal, eligiendo las compañías de su predilección, que no son, ni de lejos, las que sus vástagos esperan.
UNA MIRADA A VITA SACKVILLE WEST. GÉNERO LITERATURA Y DIPLOMACIAA
SANDRA BUSTAMENTE
LA CRÍTICA
...
Lo mejor
de la novela, que decae algo en la última parte, es el espléndido cuadro que
ofrece de la alta sociedad de los inicios del Novecientos, ya consciente de que
su tiempo ha pasado pero no por ello menos apegada a una rutina endogámica,
ajena a todo lo que no sea la autocelebración permanente. Tal vez por esa
razón, el personaje más flojo es el de la amiga burguesa de Sebastian, Teresa,
a través de la que Sackville-West ridiculiza la boba atracción de la clase
media por la aristocracia y sobre todo
su moral puritana. Y tampoco la figura un tanto estereotipada de Anquetil, el
aventurero, destaca por su profundidad, pese al importante papel que desempeña
en la trama. Se nota que el conocimiento de la autora de esos otros mundos –por
lo mismo, resulta poco verosímil el interés de Sebastian por las ideas
socialistas– no es tan de primera mano como el que tenía de los patricios o de
sus sirvientes, estos últimos, en cambio, magníficamente retratados en el
momento en que los hijos –como el del jardinero Diggs, que prefiere emprender
un rumbo propio– ya no quieren seguir el oficio de sus padres.
REBOSANTE DE ARISTOCRACIA
Vita Sackville-West describe con
hiriente mordacidad el poso de feudalidad de la clase alta británica de la
primera mitad del siglo XX a la que ella misma perteneció
Jose Mª Guelbenzu
...
La construcción del relato es tan
sencilla como eficiente. Consta de seis partes; la primera y la última tienen
como referente a Leonard Anquetil, un viajero aventurero que es invitado a un
fin de semana en Chevron a causa de su última hazaña. La invitación responde a
una mezcla de curiosidad y esnobismo. Anquetil es un tipo simpático y vitalista
y su presencia en la mansión revuelve un poco las cabezas del heredero de la
dinastía, Sebastian, un joven caballero convencional, y de su hermana, Viola,
más hermética y distante.
Las dos partes siguientes tienen como
referente a Sylvia, Lady Roehampton. Es muy amiga de la madre de los chicos,
Lucy. La maraña de fingimiento, hipocresía, relaciones extramatrimoniales y
dolor que se cubre con las buenas formas; y digo dolor porque la mirada de
Sackville deja ver que tan dolor es el que procede del sufrimiento y de la
injusticia como el de una cabeza hueca. El falso decoro es tal que cuando
Sylvia, la más célebre belleza, se encama con el joven Sebastian, el affaire es
considerado el no-va-más de la temporada londinense. Lucy también lo ve con
buenos ojos, como una forma de aprendizaje de su hijo.
Las dos partes siguientes tienen como
referente a Teresa, un conocimiento casual de Sebastian; casada con el doctor
Spedding, un médico de clase media como ella. Para Sebastian, ella es un ser
distinto a todos cuantos conoce, casi una extraterrestre, y la convierte en
objeto de su curiosidad. Capta perfectamente la diferencia de clase, pero es
una ocasión de echar una ojeada a un mundo desconocido; ella, por su parte, es
una de esas lectoras de lo que ahora llamamos “revistas del corazón”, siempre
deslumbrada por las celebridades. Invitada con su marido a una fiesta en
Chevron tendrá ocasión de colmar su deseo de contemplar al gran mundo en todo
su esplendor y de mostrar su dignidad personal de manera enternecedora.
En la novela hay momentos
fundamentales de conflicto dramático contados con una eficiencia y una sutileza
notables; así, la conversación entre Lord y Lady Roehampton por la relación de
esta con Sebastian, que termina con ella obligada a retirarse al campo (página
150 y siguientes); la de Margaret (hija de Sylvia) y Viola (144 y siguientes),
un soberbio cara a cara de dos jovencitas deseosas de explicaciones; la de
Sylvia y Sebastian, que han de despedirse; la conversación entre Sebastian y
Viola (214 y siguientes), fundamental en su aprendizaje; y, en fin, la de
Sebastian y Teresa que termina en despedida, una escena tan extraordinaria como
genial es la idea de introducir a Teresa en la novela.
En fin, una novela de gente perdida en
un bosque de tradiciones, cautiva de un mundo de convenciones, pero con la
conciencia de superioridad que dan el poder y la riqueza para prescindir de las
durezas de la vida. Es a la vez una crítica demoledora de la aristocracia hecha
desde el conocimiento, no de oídas como es tan frecuente, y —sorpresa— una
“novela de aprendizaje”. Imprescindible para todo amante de la buena literatura
tradicional.
PARA EMPEZAR A LEER
VIRGINA Y VITA
EL CURIOSO PARENTESCO ENTRE LA GITANA PEPITA Y VIRGINIA WOLF
El estreno de la película sobre el
romance de Vita Sackville-West y la escritora británica rescata la historia de
la bailarina malagueña Pepita Oliva
Eva Díez Pérez.
Esta es una historia que comienza con
una niña de ascedencia gitana en el barrio malagueño del Perchel y termina con
una culta y lesbiana aristócrata en el castillo de Sissinghurst en Kent. Una
biografía familiar que entronca a una bailarina célebre en los teatros europeos
con la escritora que enamoró a Virginia Woolf y que inspira uno de los
personajes más célebres de la literatura: Orlando…
Pepita Oliva (Málaga, 1830 – Turín,
1871) viajó por toda Europa desde Inglaterra a Noruega pasando por Francia,
Alemania y las ciudades del imperio austrohúngaro formando parte de esa galería
de bailarinas españolas que causaron furor en los teatros. Pepita Oliva
despertaba pasiones a su salida de los teatros, una fiebre que incluso se
denominó delirium Pepitatorum. Pepita influyó en la moda de aires españoles con
las basquiñas de satén, los volantes de encaje negro, los amplios escotes
realzando el pecho, las mantillas, las cinturas imposibles gracias a las
torturas del corpiño y los cabellos recogidos y entrelazados con una flor. Sin
embargo, lo más curioso es que su nombre de pila forma parte del vocabulario
checo al designar un tipo de tela con diminuto ajedrezado de color negro y
blanco que ella solía utilizar en sus actuaciones. La palabra también se
descubre en polaco —pepitka— y en alemán —der/das pepita—
Y su huella no quedó sólo en la moda.
También se puede rastrear su memoria en la música, ya que August Conradi, autor
del Berliner Couplet, le dedicó la Pepita Oliva Polka y Johann Strauss hijo le
dedicó la polca Pepita, (Polka-Pepita, opus 138) que precisamente se ha
interpretado este año en el Concierto de Año Nuevo en Viena.
Sin embargo, la vida escandalosa de
Pepita comienza cuando se enamora del aristócrata y diplomático Lionel
Sackville-West, secretario de la Embajada de Inglaterra en Alemania. Ella
estaba casada con su maestro de baile, Juan de Oliva, del que había tomado su
nombre artístico, y Lionel también contaba con esposa, pero ellos continuaron
con su romance. Se instalaron en Arcachón (Francia) y llamaron a su residencia
Villa Pepita. Allí nacieron sus hijos: Maxilien, Flora, Amalia, Henry y
Victoria, madre de Vita. Pepita Oliva murió de sobreparto a los 41 años.
El escándalo toma fuerza tras el
fallecimiento de Pepita, pasando a llamarse el caso Sackville cuando los hijos
de la pareja reclaman la paternidad del diplomático. En Pepita, Vita relata la
historia de su abuela con parte de los recuerdos familiares y también de las
pesquisas que hizo un investigador contratado por la familia para demostrar la
paternidad. También es un libro dedicado a su madre, Victoria, repudiada por la
conservadora sociedad victoriana que rechaza a la niña de la relación adúltera.
La madre de Vita terminará sin embargo
casada con su primo e instalándose en la lujosa mansión de Knole donde nació la
escritora. A Vita siempre le fascinó la historia de su abuela y achacaba buena
parte de su carácter indómito y extravagante a la herencia genética de su
abuela, una bailarina con ascendencia gitana.
Vita fue amante de la también
escritora Violet Trefusis con la que incluso realizó un viaje por Francia
travestida. Este aire andrógino de la aristócrata lo reflejó su también amante
Virginia Woolf en Orlando, la historia de un mismo personaje que atraviesa
distintas épocas siendo a veces hombre y otras mujer. Un romance rescatado
recientemente en la novela de Pilar Bellver A Virginia le gustaba Vita.
A LOS ALREDEDORES DE VITA
MAR GALLEGO
Las personas extraordinarias suelen
estar rodeadas de otras personas extraordinarias. Ése fue el caso, al menos, de
Vita Sackville-West cuya historia y antepasados fueron más propios de la
ficción que de la vida misma. Las mujeres que rodearon a Vita (como ella se
hacía llamar) fueron en su mayoría cazadas para la historia de Orlando por
Virginia Woolf. Entre el reparto, una abuela andaluza y gitana, una madre
coraje; una amante más valiente -si cabe- que la propia Vita y unos cuantos
escándalos por amoríos y herencias. Y es que, si de algo “pecó” su familia, fue
de “escandalosa”
...si se escarba en lo más profundo de la
vida de Vita Sackville-West descubrimos que tuvo un camino lleno de luces y
sombras. A la par, se descubren datos impredecibles como sus orígenes
andaluces, y sus raíces gitanas.
Vita escribió la obra Pepita,
en la que hablaba de las indagaciones realizadas en Málaga y de lo que conocía
de la figura de su abuela. La propia Vita fue a conocer en persona los lugares
originarios de la misma.
“Tengo dos fotografías de esta última
que muestran claramente lo hermosa que debió ser; hermosa de facciones y
expresión, no solo bonita, aunque se trate de viejas fotografías desvaídas
tomadas en Arcachón en torno a 1870. Era la hija ilegítima de una gitana y un
duque español; la gitana, su madre, había sido acróbata de circo y sin duda
provenía de una familia circense; el duque era descendiente de Lucrecia Borgia.
Creo que ascendencia materna es difícil de superar por su carácter pintoresco.
Explica en gran medida cómo es mi madre, que a veces se comparta con gran
tosquedad”.
El propio hijo de Vita, Nigel Nicolson
afirmó que esos orígenes tan nobles de su abuela no eran tal. Lo cierto es que
Josefa Durán (Pepita de Oliva) fue una bailaora malagueña que conquistó los
escenarios de la Europa del XIX y que, según su leyenda, “enamoró a los hombres
de medio continente”.
Pepita, la condesa gitana , abuela de Vita |
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