El narrador de Buena mar se embarca, de la manera más literal posible,
en un viaje de trabajo. Lo hace porque es periodista y quiere descubrir cómo
viven y faenan esos hombres que pasan su vida en alta mar para que nosotros
podamos comer pescado fresco. Esta travesía hacia lo desconocido —nunca ha
navegado y apenas conoce del mar más que la playa— es también un viaje hacia su
propio interior, pues lo que conoce en tierra firme en realidad parece irse a
pique: su trabajo, su pareja, su casa, su vocación, su vida entera.
Cómo se vive rodeado de agua, cómo van pasando los días entre los
timbrazos que anuncian que la red está llena, cómo se ve el horizonte desde un
viaje que no se parece a ninguno, qué esperar del trayecto hacia Gran Sol, uno
de los caladeros más complicados del mundo. Con esta experiencia, vivida a
través de su propia inocencia pero también a través de la mirada y la sabiduría
que la tripulación poco a poco le va prestando.
Nacido en Madrid en 1975, Antonio Lucas es un poeta y periodista
español reconocido con varios premios por su labor literaria. Estudió Ciencias
de la información en la universidad y trabaja como periodista en el diario El
Mundo como redactor de la sección de Cultura. Colabora además en el periódico
con columnas de opinión. Ha publicado diversas obras de poesía entre las que
destacan Los desengaños, por la que consiguió el Premio Loewe en 2014.
Además, varios de sus poemas se han incluido en diversas antologías como Veinticinco
poetas españoles jóvenes o Quien lo probó lo sabe: 36 poetas para el
tercer milenio .Es autor también de libros de no ficción en los que mezcla
un carácter biográfico con temas de arte. En 2021 debutó en la narrativa con
Buena mar
Buena mar, un periodista se embarca en el Carrumeiro para
adentrarse en el Gran Sol y conocer de primera mano la dureza de la vida en el
océano. Antes de bucear en ese viaje literario hablemos de ti, de tu
motivación, del por qué Antonio Lucas decide escribir esta historia. ¿Qué te
lleva a embarcarte metafórica y literalmente en esta aventura literaria?
Buena mar es a la vez un homenaje y una exploración íntima. Homenaje a
las gentes del mar y a sus vidas en aquel océano terrible e intempestivo; y la
exploración íntima es la del narrador de la historia, un sujeto ajeno a las
exigencias de la vida en el mar que se embarca con ellos para huir del propio
desconcierto en el que vive. Después de muchos días en el océano más crudo,
desconcertado, arrasado, incapaz de adaptarse, se da cuenta de que la distancia
y el mar pocas veces son la solución. Diría que Buena mar es también la
exploración de dos viajes: uno hacia adentro y otro hacia afuera. Del mar a uno
mismo.
Nos adentras en el mundo naviero, con toda su crudeza, sin el
romanticismo o la poesía que muchas veces se le supone. Y esto me lleva a un
tema que está de actualidad y que está presente de una forma natural en el
libro: la salud mental. ¿De qué forma está vinculada con el mar y los
protagonistas de Buena mar?
No había pensado en ello, pero es una cuestión interesante. El mar
puede ser lenitivo. Y de hecho lo es. Ese mar que casi todos disfrutamos, el de
la orilla, el de los acantilados, el de los pantalanes. Pero eso no es todo el
mar. Cuando te adentras en él entiendes la brutal capacidad que tiene para
arrasarlo todo: desde un barco poderoso al ánimo mejor apuntalado. El mar de
Gran Sol, que es el que más conozco ahora, es también un reto de resistencia
mental. Los hombres que lo ‘habitan’ han desarrollado una relación psíquica
extraordinaria con el mar. Es una combinación de respeto y rechazo, de amor y
asco, de necesidad y espanto. El corazón de estos hombres no vive —como el
nuestro— en las oportunidades, sino en las intemperies. Y eso afianza la cabeza
y a veces también la derrota. Allí es muy raro todo
El océano para huir. “No se puede huir de uno mismo”. ¿Por qué y de
qué decide huir el protagonista? ¿Por qué allí?
El narrador, Mauro, huye de su propio desconcierto. De una vida
plácida, incluso con ciertos estímulos favorables, pero algo en lo hondo se le
está desbaratando sin saber muy bien por dónde sopla el huracán. No tiene una
gran tragedia, pero sí tiene el drama de quien no quiere seguir en el sitio en
el que está, con lo logrado, con lo reconocido, con lo aplaudido. Decide huir,
como hacemos casi todos, porque equivoca el itinerario de su intemperie. A
veces no es lejos donde uno encuentra la lumbre que abriga, y de eso se da
cuenta cuando es tarde, en medio del océano, pero a cambio descubre la pureza y
la lealtad de once hombres de mar que son una revelación de autenticidad.
“Si desaparecen no siempre hay quien reclame el cadáver. Los seres
más invisibles del mar”. En referencia a esos seis africanos que trabajan a
bordo. ¿Cómo es la convivencia de la tripulación? ¿Qué códigos existen en alta
mar?
www.huffingtonpost.esLa convivencia en un barco arrastrero siempre está al borde de muchas
cosas. Son gente que llevan, algunos, muchos años surcando juntos Gran Sol.
Todo se lo tienen dicho. Pero cuando la amenaza llega, casi siempre en forma de
temporal, son un conjunto imbatible. Tienen esa nobleza intacta de quienes
escuchan demasiadas veces a la muerte silbar cerca. Además, manejan unos
códigos propios. A Gran Sol se va a trabajar. Aquello no es un crucero. Y el
mar da señales difíciles permanentemente. El silencio entre ellos, por ejemplo,
es uno de los códigos que tienen. Nunca hablar de más. Nunca preguntar de más.
El amor está tan presente como el propio desamor y el odio. En el
caso del protagonista hace una catarsis voluntaria, pero en el resto de la
tripulación están vinculados con el mar en una relación tóxica e imposible de
cortar. ¿Qué aprendizaje extrae el protagonista y cuál ha extraído el autor?
Vivir con ellos las semanas que pasé embarcado fue una de las
experiencias más alucinantes que he tenido. Aún hoy aprendo de tantas cosas que
experimenté allí. De los ratos de conversación que tuvimos. De la inclemencia
de un mar de un azul que llega a negro y que no tiene piedad. Un mar que no
acepta héroes ni poetas. Un mar en crudo. Y esos hombres lo surcan alrededor de
300 días al año. Y a muchos de ellos les ha arrancado partes de su vida.
Navegan por un agua que tiene en el fondo a padres, a hermanos, a tíos, a
amigos… Pero por que no parezca todo tan dramático, también te diré que comí un
pescado que ni en las Pescaderías Coruñesas y que bebí el mejor licor café
casero de la historia de la navegación. Y que me reí en muchos momentos. Y
cantamos algunas canciones. Y al final de la marea, cuando me dejaron en
tierra, en el puerto de Castletownbere (en la costa suroeste de Irlanda),
después de 21 días de océano, bebimos unas pintas de cerveza Murphy’s
esplendorosas.
Seis reportajes que Antonio Lucas publicó en El Mundo sobre sobre las vicisitudes de 11 marineros a bordo del Nuevo Confurcopor en las aguas del Gran Sol
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