YO FATTY

La historia salvaje, y en ocasiones histérica, del primer escándalo de una celebridad de Hollywood, contada por la propia estrella afectada: Fatty Arbuckle. Abandonado de niño en Kansas, Roscoe «Fatty» Arbuckle triunfó primero en el vodevil y después en el nuevo medio cinematográfico. En el segundo decenio de 1900, Fatty fue más popular que Chaplin y el primer actor de la pantalla que ganaba un millón de dólares al año. Pero en 1921 le acusaron de violar y asesinar a la actriz Virginia Rappe. Aunque fue absuelto por un jurado unánime, las violentas conjeturas de la prensa destruyeron su carrera. Inculpado de un crimen que no había cometido, demonizado por los estamentos conservadores que le convirtieron en emblema de todos los males de la industria del cine, Fatty Arbuckle fue el primer famoso cuya supuesta culpabilidad –y presunta inocencia– galvanizó a Estados Unidos. «Redime el recuerdo mancillado de un talento salvajemente grande y un gran hombre salvaje. ¡Adoro este libro!» (Johnny Depp); «Con la risa en la oscuridad, la vergüenza de la especie y la tela barata, comida por las polillas, de una vida arruinada, Jerry Stahl ha tejido un cuento moral del que no hay escapatoria» (Nick Tosches.

SOBRE EL AUTOR

Autor carretilla de mano, ganador del Premio Jerry Stahl ha escrito muchos libros, incluyendo el libro de memorias Permanent Midnight (llevada al cine con Ben Stiller y Owen Wilson), y las novelas Analgésicos, Bad Sex On Speed, Happy Pills mutante del bebé, Perv: A Love Story, y yo, Fatty (opcionado por Johnny Depp). Vive en Los Ángeles.







ENTREVISTAS

ARRIBA: JERRY STAHL. CORTESÍA DE IMAGEN DE FRANK DELIA
Jerry Stahl no es un erudito yonqui. Sin embargo, como editor de Las Crónicas de heroína (Akáshicos), que es un experto. Stahl, quien escribió acerca de su pasado yonqui en tonos cáusticos, honesto, ya menudo hilarantes en su libro de memorias Permanent Midnight, ha recopilado historias de cazadores de opiáceos compañeros de Lydia Lunch y Tony O'Neil a Antonia Crane y Nathan Larson. Desesperado, degradantes, sabio, ingenioso, estos cuentos de la adicción abarcan luchas familiares, relaciones fallidas, sexo sucio, sobredosis, y la unidad constante de drogas que alimenta cada autor vena cavar. Disipar los mitos sobre el glamour de la autodestrucción, Stahl ha elegido historias que son crudo y real, centrándose en la desesperanza a menudo sombrío de la adicción, una vida vivida día a día con el siguiente alto como la única motivación real. Y aunque Stahl es reservado acerca de cómo muchos de sus colaboradores están limpias, sigue utilizando, o en la recuperación, cada relato demuestra una conciencia de sí mismo notable, un tono revelador que permite a los lectores a que se relacionan con la adicción, incluso si nunca han cogido una aguja sí mismos. Hablamos con Stahl sobre narradores drogadicto, el mito de la elegancia a la heroína, la manipulación y la coordinación mano-ojo.







LA CRÍTICA

La tragedia de Fatty


Jerry Stahl, en su espléndido y conmocionante libro Yo, Fatty, se mete con excelente documentación, sarcasmo, y piedad en la piel, en la cabeza y en el corazón de Roscoe Arbuckle para contarnos la crucifixión del monstruo, del orgiástico que viola y mata en San Francisco a una actriz supuestamente virginal. Busca desde una infancia atroz las raíces de un íntimo y eterno calvario, las de alguien que siempre estuvo profundamente solo y dolorido, etiquetado como una bestia de feria, profesional de la supervivencia más sórdida que alcanza el éxito por conjura entre el azar y un talento exótico, alguien que descubrió demasiado pronto que el alcohol y la heroína eran la insustituible anestesia para el sufrimiento, la frustración y la soledad.
El país

Silencio: se ríe

En las páginas de la hipnótica Yo, Fatty (Anagrama), la novela de Jerry Stahl disfrazada de falsa autobiografía de Roscoe Arbuckle (figura fundacional y maldita del cine cómico mudo: protohéroe del slapstick y protomártir del star system), se habla de risa y de desesperación, los ingredientes esenciales que contribuyeron a construir una de las primeras formas estrictamente cinematográficas, mientras el medio recién nacido seguía mirando con cierto complejo de inferioridad a la novela y al teatro. Yo, Fatty es una declaración de amor al cine cómico mudo, pero, también, una mirada a sus claroscuros, puntuada por una sucesión de teorías de la comedia que desembocan en el mundo de Samuel Beckett, no por casualidad autor de la cita que abre el volumen: No hay nada más gracioso que la desdicha.








Yo fatty

El autor, Jerry Stahl, escribe un espléndido y conmocionante relato, se mete con excelente documentación, sarcasmo, y piedad en la piel, en la cabeza y en el corazón de Roscoe Arbuckle para contarnos la crucifixión del monstruo, del orgiástico que viola y mata en San Francisco a una actriz supuestamente virginal. Busca desde una infancia atroz las raíces de un íntimo y eterno calvario, las de alguien que siempre estuvo profundamente solo y dolorido, etiquetado como una bestia de feria, profesional de la supervivencia más sórdida que alcanza el éxito por conjura entre el azar y un talento exótico, alguien que descubrió demasiado pronto que el alcohol y la heroína eran la insustituible anestesia para el sufrimiento, la frustración y la soledad.



Yo, Fatty: Auge y caída del payaso gordo.

Como le sucedió a muchos cinéfilos, la primera vez que oí hablar de Roscoe 'Fatty' Arbuckle fue en la vorágine de historias oscuras, a veces divertidas a veces deprimentes, y todas ellas reales, que elpope del primer cine independiente norteamericano Kenneth Anger recogía en los dos volúmenes de Hollywood Babilonia, una obra capital para conocer los entresijos de la Edad Dorada de Hollywood, las bambalinas de un mundo de oropel consagrado a la adoración de la apariencia


Reseña Yo, Fatty



Escándalos  sexuales de -Hollywood

Hace unos meses se estrenaba en las salas de cine (en pocas) un documental producido porSteven Soderbergh llamado “Roman Polanski: se busca”, que en versión original tiene un título mucho más sugerente: Roman Polanski: wanted and desired (al menos han respetado el “Roman Polanski“, porque conociendo a las distribuidoras españolas podían haberla traducido como El romano polaco que quería deseo).Yo he tenido ocasión de verlo esta semana. Y al acabar te deja una sensación de mal cuerpo, a no ser que, como yo, ya tengas el cuerpo mal por defecto de fábrica. Lo que quiero decir es que se me empezaron a cruzar ciertos cables. Me dio la impresión de que la chica no fue tan forzada como se dice, pero lo cierto es que la chica tenía sólo 13 años. O sea, que veo un delito así de grande, pero no la presunta inocencia (moral, no legal) de la niña. Me estoy metiendo en un berenjenal muy peligroso que no le conviene nada a mi carácter, pero es que ya sabéis que yo dudo de todo, y encima a lo mejor ni sabéis de qué os estoy hablandoAsín que mejor sus lo cuento desde el principio...
La edad de Oro del cine mudo



Fatty Arbuckle: The Garage



Mª Vega de la Peña del Barco

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