LA SEÑORA OSMOND

SIPNOSIS


Huyendo de Roma y de un matrimonio demoledor, Isabel Osmond viaja a Londres, donde se repone de la reciente revelación de la traición de su marido durante largos años. ¿Qué hacer ahora, qué camino debería seguir, y cuál es la salida del complejo laberinto emocional en el que lleva tanto tiempo atrapada? Bajo el estímulo del dolor y la certeza de haber sido seriamente agraviada, está determinada a reemprender la búsqueda de libertad e independencia que animó su juventud. Pero debe regresar a Italia y enfrentarse a Gilbert Osmond y deshacerse de su poderoso yugo. ¿Logrará burlar su influencia y afianzar su venganza?

SOBRE EL AUTOR

Autor irlandés, John Banville cursó estudios secundarios en el St. Peter’s College de Wexford tras lo que trabajó para una aerolínea irlandesa. Esto le permitió pasar varios años viajando alrededor del mundo hasta que, tras pasar una temporada en Estados Unidos, se estableció en Irlanda trabajando como periodista para The Irish Press.

A partir de ese momento comenzó a presentar sus primeras obras literarias, publicando en 1970 la antología Long Lankin, a la que siguió poco después su primera novela, que pasó desapercibida, tanto para la crítica como para el público.
Sin embargo, pocos años después vería reconocido su talento con obras como BrichwoodCopérnicoKepler o La carta de Newton. Esto significó el lanzamiento de su carrera como escritor, que le ha llevado a recibir premios como el Booker, el Guardian, el Nonino, el Irish Book, el Kafka o el Príncipe de Asturias de las Letras. Hoy en día es considerado como uno de los autores vivos más importantes en lengua inglesa.
Además, bajo el seudónimo de Benjamin Black ha desarrollado una actividad paralela dentro del género de la novela negra con títulos tan conocidos como El secreto de ChistineMuerte en verano u Órdenes sagradas, siendo el detective irlandés Quirke su personaje más conocido. En 2014 fue escogido para realizar la primera novela oficial de Philip Marlowe tras la muerte de Raymond ChandlerLa rubia de ojos negros.



ENTREVISTAS


John Banville: "Los escritores somos como el doctor Frankenstein"

El respetado autor irlandés se ha atrevido a escribir la continuación del clásico 'Retrato de una dama' de Henry James

Elena Hevia


Si en el pasado y bajo el seudónimo de Benjamin Black escribió ‘La rubia de ojos negros’ a la manera de Chandler y ahora imitando a James, su próxima reencarnación, dice, será hacer un pastiche de un novelista llamado John Banville.
James es una de sus influencias, pero en esta novela se diría que ha sido usted poseído por el autor. ¿Es así? No lo sé, pero sí es muy raro. Creo que ha sido una especie de autohipnosis. Pero tampoco tengo muchas certezas cuando escribo. Trabajo durante la jornada y cuando me levanto de la mesa de trabajo me pregunto si he sido yo quien se ha pasado todo el día ahí. ¿Se supone que esa es una forma de vivir normal para un adulto? A veces me enseñan textos que he escrito hace tiempo y no recuerdo haberlo hecho.
¿Sería como un trance? Sería como un sueño controlado. Nietzsche dijo que todo hombre es un artista cuando duerme. Así que todos llevamos una novela dentro y es una suerte que la mayoría no lo recuerde al día siguiente.
¿Isabel Archer le perseguía en sueños? Bueno, a veces me imagino casado con ella, pero no duraríamos ni seis meses juntos.

¿Pero le gusta el personaje o no? Cuando leí la primera vez ‘Retrato de una dama’ yo era muy joven y me identifiqué con ella; era yo. La veía perfecta y cargada de promesas. Volví a leerla cuando ya no era tan joven y lo que percibí entonces fue la inexperiencia de Isabel, cómo se cegaba respecto a todo lo que  la rodeaba. Ahora que soy un hombre maduro la vi con otros ojos. Como  una gran ególatra. Maravillosa si quieres, pero decididamente trastornada.

El pudoroso James no aborda la sexualidad de su heroína. Eso es interesante. Me preguntaba si ella está tan obsesionada con su propia personalidad que no puede aceptar la unión con otro ser humano. Estoy hablando de sexo de una forma muy general. Yo tengo amigas con las que no tengo una relación sexual pero el sexo forma parte de nuestro vínculo en su sentido más amplio. Nunca podría mantener una conversación con un hombre de la misma manera que lo hago con una mujer. Y no estoy seguro de que eso pudiera ser así con Isabel.

Colm Tóibin, irlandés como usted, está convencido de la homosexualidad de James. Usted es hetero. ¿Qué  aporta eso a la narración? A mí me fascina el personaje, como a muchas mujeres que conozco, pero mi forma de contemplarla es totalmente distinta a la de James. Nunca he conocido a una mujer que por lo menos una vez a la semana no me haya dicho algo sorprendente y que me obligue a ajustar mi forma de pensar sobre ella. Eso no me pasa con los hombres. Pero no se engañe, un personaje es solo un conjunto de palabras.

¿Solo eso? Sí, los escritores somos una especie de doctor Frankenstein, aplicamos corrientes eléctricas a las palabras para que los personajes puedan tener esa vida breve. Yo no pienso en términos de argumento sino de palabras y la lucha contra el idioma es terrible. Ningún escritor gana en ella.

Pero la batalla merece la pena. Bueno, mi mujer me dice que si dejara de escribir seguramente me dedicaría a la política y eso es mucho peor. Porque si nos fijamos en los terribles hechos políticos del siglo XX, muchos de sus responsables, Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot, fueron artistas fracasados. No hay nada peor, créame.

James dejó abierto el final de 'Retrato de una dama', no sabemos si ella vuelve o no con su horrible marido. ¿Pretendía darle una segunda oportunidad a Isabel? Sí, quería cerrar esa historia. Me dije: va a conocer a un hombre maravilloso y se la va a llevar a Estados Unidos, pero a medida que iba llegando el final del libro me di cuenta de que no podía darle esa vida plena, así que también lo he dejado abierto. Ahora solo espero que llegue una mujer y pueda escribir la continuación de mi libro y, quizá, cerrarlo.

Podría decirse que el ‘Retrato…’ es la primera novela feminista, pero a usted las feministas no lo han tratado muy bien. Recuerdo que una vez en una presentación, una mujer me miró muy tensa y me preguntó que cuándo dejaría de escribir sobre hombres que maltratan a las mujeres. Le dije que debía haber leído los libros de otro porque los personajes más interesantes de mis libros son siempre mujeres.  

¿Cómo vive esta explosión feminista en la que nos encontramos? Bueno, ahora los hombres debemos de tener mucho cuidado con lo que decimos. Creo que la revuelta tenía que haber ocurrido hace más tiempo. No entiendo por qué no se habían rebelado antes ante esas proposiciones masculinas que pretenden funcionar poniendo la mano donde no se debe. ¡Podían haberse quejado en voz alta!  Pero ahí es cuando entra mi hija y me dice: “Papá, no entiendes nada”. Mi hija es una feminista maravillosa y terrorífica, en el sentido de que no deja pasar una.

¿En su caso, el hecho de repartir su semana en dos familias distintas también ha acrecentado esas críticas? No es algo que me importe. Ambas mujeres están conformes. Lo que yo hago es aumentar la cantidad de amor en el mundo.  Yo sigo queriendo a todas las mujeres  a la que amé en el pasado. Creo que a la única con la que he perdido contacto fue la novia que tuve desde los 11 hasta los 17. Pero muchas veces me pregunto si es feliz, porque hay una parte de mí que sigue enamorado de ella. ¿Por qué se debe renunciar a seguir en contacto con alguien que se ha amado? ¿Por qué hay que abrir la puerta a la fealdad del odio? Creo que hay que a aferrarse al amor.

¿Y qué le dice su hija?  (Ríe) Me dice: “Escucha, papá…”.

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LA CRÍTICA

Rodrigo Fresán
«La señora Osmond», otra vuelta de tuerca de John Banville
Deja por unos instantes a su «alter ego» Benjamin Black para volver a ser el mejor Banville con una historia que retoma a Henry James
No puede decirse que el irlandés sea un escritor al que le asusten los desafíos. No conforme con buscar y encontrar un «grand style» propio como motor de toda su narrativa, también se ha preocupado por enaltecer la novela histórico/científica así como el géne.ro policial bajo la máscara transparente de Benjamin Black. Y fue como Black que Banville primero se internó en aguas peligrosas al abducir el fraseo de Chandler y el tono de su Marlowe para llevar a cabo esa exitosa coda a «El largo adiós» que fue «La rubia de ojos negros».Pero ahora -dando la cara y con nombre propio- Banville sube la apuesta a alturas de vértigo. Se propone como el médium de su escritor favorito (el norteamericano Henry James) para «cerrar» el célebre final abierto de su novela favorita entre todas las de El Maestro: «El retrato de una dama», una de las primeras y más indiscutibles «Great American Novels» publicada en entregas entre 1880-81 en las revistas «The Atlantic Monthly» y «Macmillan’s», enseguida en formato de libro, y revisada por el propio autor para su edición definitiva en 1908
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Se da el lujo

Por encima de todos ellos, claro, la dama ya retratada: la inquieta y adorable y un tanto demasiado ingenua a la hora de juzgar a los demás y a sí misma Isabel Archer. Y recuerden: la habíamos dejado casi en fuga, con todo ese dinero heredado, picoteada por aves de rapiña y sin saber si volver a la Roma de su sufrido presente o, en cambio, partir rumbo hacia un futuro incierto quién sabe dónde y con quién a su lado
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JEFFREY EUGENIDES 

Al mismo tiempo, me sorprendía que no se le hubiese ocurrido a nadie antes. Publicada en 1881, Retrato de una dama trata de Isabel Archer, una joven estadounidense que, al morir sus padres, viaja a Europa, se “independiza” gracias a una herencia y es asediada por los pretendientes que le piden matrimonio. La tragedia de la novela reside en que Isabel elige al pretendiente equivocado -el taimado diletante Gilbert Osmond-, y la pregunta que flota sobre el último capítulo del libro es si ella lo abandonará o no. En la escena final, uno de los admiradores rechazados, el industrial estadounidense Caspar Goodwood, la sigue a casa de su amiga Henrietta Stackpole en Londres, donde se entera de que Isabel ha vuelto a Roma. Entonces, Henrietta le dice: “Mire, señor Goodwood, ¡solo tiene que esperar!”. La última frase del libro es: “Al oír esto, levantó la cabeza y la miró”. James no explica qué significa esa mirada, y los lectores llevan discutiéndolo desde entonces. Como si quisiese aclarar el misterio, el autor añadió un párrafo a la edición de 1908, en el que ampliaba el final como sigue: “Al oír esto, levantó la cabeza y la miró…, pero solo para adivinar en el rostro de ella, nauseado, que lo único que había querido decirle era que todavía era joven. Ella sonreía radiante al ofrecerle aquel consejo barato, y le hizo envejecer, en el acto, treinta años. No obstante, Henrietta empezó a caminar a su lado como si acabara de transmitirle el secreto de la paciencia”. Este segundo final aclara el destino de Goodwood, pero no el de Isabel, y brinda a Banville su oportunidad...


IMTANDO A HENRY JAMES

J.M.PLAZA
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No es la primera vez que John Banville aborda una obra de otro. A petición de los herederos de Chandler, se metió en la piel de Philliphe Marlowe en La rubia de ojos negros, una continuación de El largo adiós; pero ahora se ha enfrentado a uno de los grandes nombres del siglo XIX, y lo explica: "Habrá autores más inteligentes, más profundos, más ingeniosos, pero Henry James es el mayor novelista puro, con 6 u 8 obras maestras. Así que no quería morirme sin haber intentado, al menos, imitarlo. Y en mi arrogancia o estupidez decidí continuar Retrato de una dama, porque no está acabada y el mismo James lo dijo alguna vez".
La novela concluye cuando Isabel Archer, la señora Osmond, viaja a Londres antes de tomar una decisión trascendente: regresar a Italia para recoger a su hijastra, volver para romper con su marido que le ha traicionado (algo impensable en el siglo XIX) o proseguir resignada con su matrimonio y aceptar una vida oscura. Este parece ser el final que insinúa Henry James, pero John Banville (estamos en el siglo XXI) elige una continuación muy distinta.
Para elaborar la trama ha profundizado en ciertos detalles que James siembra sutilmente en su novela. "Quería darle a la señora Osmond una vida de pasión que el autor, en su época, no le pudo ofrecer. Isabel Archer es personaje que necesita coger la vida frontalmente y vivirla a fondo. Por eso, en mi novela hay un erotismo que James tan solo ofrece muy veladamente", dice Banville, quien señala que ha habido críticos que han comentado que el primer párrafo de su novela es como un orgasmo. Y lo justifica: "El párrafo se va moviendo cada vez más y más denso hasta que, finalmente, culmina".Retrato de una dama, prosigue Banville, "es la primera gran novela feminista, y está escrita por un autor que era homosexual, pero vivía rodeado de mujeres. Las adoraba. Creía, y yo también, que las mujeres eran más interesantes que los hombres".
A Banville no le ha resultado demasiado difícil ponerse en la piel de Henry James. "No hay nada imposible si tienes la capacidad de concentrarte profundamente. A mí me ha pasado. Es algo que va más allá del cuerpo y, cuando te concentras de ese modo, es como si no estuvieras allí"...


PRIMERAS PÁGINAS


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