UNA TEMPORADA PARA SILBAR

SIPNOSIS


No cocina, pero tampoco muerde”. Así comienza el anuncio en el que Rose Llewellyn, una viuda de “buenas costumbres y disposición excepcional”, se ofrece en el otoño de 1909 como ama de llaves; la frase capta de inmediato la atención de Oliver Milliron, un viudo con tres hijos y poca maña en las tareas domésticas, que la contrata para poner un poco de orden en su casa de Marias Coulee, Montana.Y así comienza también la inolvidable temporada que Rose y su hermano Morris, un dandi sabelotodo, pasarán en este pueblo de granjeros. Cuando la maestra local se escapa con un predicador, Morris se verá obligado a aceptar su puesto; sus particulares métodos de enseñanza marcarán para siempre a los jóvenes alumnos de la escuela rural. Ni ellos ni la familia Milliron ni el pueblo de Marias Coulee volverán a ser los mismos tras la llegada de Rose y Morris.
Ivan Doig está considerado como uno de los mejores cronistas contemporáneos del Oeste americano, alumno aventajado de autores como Wallace Stegner o Norman Maclean. Una temporada para silbar es una de sus mejores novelas, fruto de su particular manera de entender la vida y la imponente naturaleza de Montana.
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SOBRE EL AUTOR


Ivan Doig, autor de novelas como Una temporada para silbar y Verano en English Creek, murió ayer a los setenta y cinco años de edad en su casa de Seattle, víctima de un mieloma múltiple.
Doig nació en 1939 en White Sulphur Springs, Montana, escenario de gran parte de su ficción. Aunque fue ranchero en su juventud, Doig se licenció en Periodismo en la Universidad de Northwestern y en Historia en la Universidad de Washington. Escribió dieciséis libros, entre los cuales su trilogía de los McCaskill –a la que pertenece Verano en English Creek–: tres novelas sobre una familia ficticia de Montana que cubren los primeros 100 años de historia del estado. Doig fue finalista del National Book Award y recibió el Wallace Stegner Award, galardón que reconoce a aquellos que han contribuido de forma destacada a configurar la identidad cultural del oeste americano.
Fuente: The New York Times


LA CRITICA

BABELIA, EL PAIS


Por Fernando Castanedo

A Ivan Doig (Estados Unidos, 1939) le precede su fama de escritor regionalista. No en vano sus novelas están ambientadas en el paisaje de las Montañas Rocosas, las praderas del alto Misuri y el clima extremo de su Montana natal. También en Una temporada para silbar el Oeste americano de vientos gélidos y tormentas de nieve condiciona sustancialmente las vidas de unos personajes que viven del campo. Paul Milliron, el narrador y protagonista, es un inspector de Educación Primaria a quien las autoridades encargan el cierre de las pequeñas escuelas rurales del Estado de Montana. Este brete traerá consigo los recuerdos de su propia educación en una de aquellas escuelas y el relato de lo sucedido durante el curso 1909-1910, cuando él contaba trece años. Poco después de la muerte de su madre, el padre de Paul contrató por correspondencia a un ama de llaves, Rose, para llevar la casa. La sorprendente llegada de ésta con su hermano Morrie desde la lejana y sofisticada Minneapolis surtirá de intrigas la novela, aunque no será la única fuente de conflictos. Entre todas ellas, sin embargo, destaca la que surge cuando el pueblo decide contratar al hermano de Rose como nuevo profesor de la escuela (la maestra se ha fugado con un predicador). El descubrimiento de la verdad sobre Morrie hará que Paul se inicie en la realidad del mundo, como conviene en una novela de iniciación. Pero antes de llegar allí Doig nos habrá hecho gozar apropiándose de la gran tradición de las novelas de aventuras estadounidenses, en la estela de Mark Twain, y sin olvidarse en el camino de la tradición moral norteamericana de atribuir a la naturaleza bondades insospechadas, en la vena de Thoreau. No sólo la disfrutarán los jóvenes.


EL CONFIDENCIAL

Por María Trincado - Librería Ontanilla (Madrid)


Nos encontramos ante una obra deliciosa, dentro de ese género de relatos sobre la infancia y la juventud, ya sean novelados, como ocurre en este caso, o autobiográficos, con un inestimable valor añadido, por los que reconozco de antemano que siento una especial predilección, ya que me han proporcionado magníficos ratos de lectura a lo largo de mi vida.
Dentro de este mismo catálogo leí, hace ya tres años Me voy con vosotros para siempre , y no he podido evitar su presencia y comparación frecuente. Me repetía interiormente, es mejor este último porque posee un sentido del humor del que Tiempo para silbar carece, pero a medida que avanzaba en su lectura, me ganó el autor por la mano. Es un relato entrañable, de esos infrecuentes en los que todos los personajes te atraen, por los que sientes verdadera simpatía, a veces ternura, otras orgullo, incluso admiración como si fuesen hijos de tu propia creatividad. Que los observas con devoción, y no te defraudan, al revés te siguen sorprendiendo, te siguen divirtiendo.
Una familia de granjeros de Montana a principios del siglo XX son los protagonistas de la obra, el padre, Oliver, y los tres hijos Paul, de 13 años, y sus hermanos pequeños Damon y Toby. La madre ha muerto hace unos años y Oliver no piensa en absoluto en reemplazarla. Las labores agrícolas y ganaderas le ocupan la mayor parte del tiempo, además de atender a sus hijos y a la casa; lo peor es la cocina, ya que, a pesar de su buena voluntad, sus esfuerzos culinarios resultan desastrosos, solo comen bien el día de la semana que visitan a su prima Rae, alojada en otra granja cercana.
Por eso, un buen día se arma de valor, e intrigado por el extraño texto de un anuncio de ama de llaves, “no cocina pero no muerde”, decide contestar presentando una oferta de empleo, aunque sin grandes esperanzas. A pesar de que la responsable del anuncio vive en el otro lado del país, contesta afirmativamente, a la vez que pide por adelantado el sueldo de varios meses para poder trasladarse hasta Montana. Esta no será la única sorpresa, a partir de la llegada de Rose, junto con su hermano Morris, todo cambiará en casa de los Milliron.
El otro gran eje del relato, sobre el que descansa el peso principal, es la convivencia en la escuela unitaria, es decir un solo profesor y una sola clase, donde los niños de todas las edades comparten juntos las enseñanzas. El autor dota a estos pasajes de una vivacidad y nostalgia singulares, probablemente cargados de recuerdos personales, en los que resalta el aprecio por esas rudimentarias aulas que posibilitaban a los granjeros, dispersos en amplios territorios, escolarizar a sus hijos, que se desplazaban a caballo a la escuela, sin verse obligados a trasladarlos a vivir a una población mayor.

Morris es contratado como profesor, resultando ser un hombre lleno de recursos, entusiasmo y conocimiento. Poco a poco consigue estimular al grupo de niños acostumbrados a una rutina insulsa, captando su atención con sorprendentes ejemplos y analogías.
Una temporada para silbar es una estupenda propuesta como lectura de verano para oxigenarse y descansar de estos duros y broncos tiempos que nos rodean. Me ha sorprendido enormemente que esté redactado en 2006, ¡todavía se puede escribir así!, que alivio y disfrute inesperado. En la misma línea recuerdo ahora, además del divertido Me voy con vosotros para siempre, Allá lejos y tiempo atrás, La selva, y La gloria de mi padre.

PARA EMPEZAR A LEER





Aquí os dejo una de las canciones que los niños cantan en la fiesta de la Noche de las Cometas


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