NO SE LO DIGAS A ALFRED

SIPNOSIS
Cuando Alfred es nombrado embajador en París, su mujer, Fanny, se convertirá en la encargada de manejar los asuntos cotidianos de la embajada. De repente se verá alternando con la aristocracia y lo más granado de la sociedad parisina, dando cócteles y cenas, y contemplando asombrada como cada nimio detalle de su vida es aireado en los periódicos. Por si fuera poco, tendrá que mediar en los asuntos sentimentales de sus amigos y encauzar a sus indómitos hijos, cuyos modernos estilos de vida -uno es teddy boy y otro hippie- no termina de comprender. Además, parece que una crisis diplomática está a punto de estallar, dejando claro que la vida en una embajada es todo menos aburrida. En No se lo digas a Alfred, Nancy Mitford combina personajes nuevos con otros que ya aparecían en A la caza del amor y Amor en clima frío y nos ofrece una despiadada sátira de los círculos parisinos más exclusivos así como de las siempre ambiguas relaciones entre Inglaterra y Francia. Sus mordaces diálogos y su extraordinaria capacidad para modelar personajes le permiten ofrecer al lector una sutil y divertidísima novela.

SOBRE LA AUTORA

Perteneciente a la denominada Bright Young People, de la que también formó parte Evelyn Waugh, íntimo amigo de la escritora, Nancy Mitford ha pasado a la historia de la literatura por su capacidad para retratar, con mucha ironía y humor, la decadente aristocracia británica de mediados del siglo XX y por pertenecer a una familia muy original.
Mitford nació en Londres en 1904. Era la primogénita de David Freeman-Mitford, el segundo barón Redesdale, quien contrajo matrimonio tras su regreso de Sudáfrica y Canadá con Muv Bowles. Tuvieron siete hijos, seis de ellos chicas –Nancy, Pamela, Diana, Unity, Jessica y Deborah–, que, tras ser educadas en la casa familiar de Asthall Manor, cerca de Nurford, en Oxfordshire, se caracterizaron por llevar una vida intensa y excéntrica.
Nancy comenzó a escribir en 1931, aunque el éxito no le llegó hasta después de finalizada la II Guerra Mundial. En Libros del Asteroide se han publicado ya sus cuatro novelas más importantes: A la caza del amor (1945), Amor en clima frío (1949), La bendición (1950) y, la última, No se lo digas a Alfred (1960).También cultivó el género biográfico, y su correspondencia desvela con naturalidad su profunda cultura, su impagable sentido del humor y su mirada irónica sobre todo lo que le rodea. Durante los años que vivió en París incluso sirvió de modelo para Dior. Murió en Versalles en 1973, aunque posteriormente sus restos fueron trasladados a Inglaterra.Sus novelas son parcialmente biográficas.
Mitford escribe de una sociedad que conoce muy bien. Más que las tramas, un tanto débiles, lo que sobresale es su capacidad para retratar hasta el más mínimo detalle un ambiente y de unos personajes verosímiles pero escorados hacia la extravagancia y el humor, características a las que Mitford sabe sacar partido. Con higiénica inteligencia, Mitford se ríe de una alta sociedad anclada en valores y gestos de otra época. La narradora de las dos primeras novelas publicadas en castellano, A la caza del amor y Amor en clima frío, es Fanny, la hija de la que llaman la Desbocada, mujer que abandonó muy pronto a su marido y a su hija para empalmar sucesivas y rocambolescas aventuras amorosas. Todo está condicionado por los antiguos conceptos aristocráticos: las mujeres eran educadas por señoritas que les enseñaban nociones de francés y equitación y su única obligación era encontrar un buen marido.La vida parisina. En la siguiente novela, La bendición, vuelven a repetirse sus intenciones estéticas y literarias, pero ahora con una mayor dosis de sociología. En esta ocasión Mitford describe los modos de vida de los círculos aristocráticos franceses tras la II Guerra Mundial. La protagonista es Grace, una joven hija de un importante político inglés que se casa durante la guerra con Charles-Edouard, miembro de una de las familias más ricas de Francia. El argumento no es lo importante. Mitford pone el acento en el irónico retrato de una aristocracia elitista que se aferra a sus valores y que desprecia todo aquello que no encaje en su manera de entender el mundo. En este sentido, la novela acierta a describir una serie de familias y personajes que hacen todo lo posible por mantener su estilo de vida en un mundo que les da la espalda. Muy bien ambientada, también se muestran las diferencias entre la aristocracia francesa e inglesa, con el telón de fondo de la guerra fría y la aparición de los norteamericanos como nuevos dueños del mundo, lo que provoca interesantes debates y reflexiones. Y la última novela en publicarse ha sido No se lo digas a Alfred, de 1960. Por un lado, Mitford mantiene el mismo ambiente francés de La bendición, aunque también vuelve a los personajes de sus primeras y más conocidas novelas, A la caza del amor y Amor en clima frío. La descripción de estos personajes, sus manías, las relaciones sociales es, con diferencia, lo mejor de la novela, pues ahí es donde Mitford sabe sacar más partido a su chispeante y punzante prosa.Una vez más, Nancy Mitford maneja un estilo rápido, electrizante, con sutiles e ingeniosos comentarios sobre los personajes. Como en las anteriores novelas, Mitford retrata irónicamente la decadencia de un mundo que se resquebraja y que ella conoce muy bien.


LA CRÍTICA

 Por Uxía  Pérez Gonzalvo

....He de reconocer que la obra ha sido divertida por momentos. Los diálogos de la Mitford son en ocasiones ricos e ingeniosos y aunque el núcleo central de la historia no sea especialmente motivador las anécdotas en torno a la extravagante familia protagonista provocan una lectura agradable y entretenida. Porque si algo caracteriza a este libro es el entretenimiento. Fanny, esposa del embajador de Inglaterra en París y narradora de la historia, se las apaña para compaginar su labor diplomática con la de madre de hijos contestatarios, hija de madre «desbocada» y esposa de intelectual.Esa mezcla entre el necesario saber estar que implica la posición en la que se encuentra y las situaciones disparatadas en las que se ve envuelta «gracias» a sus hijos, a la ex embajadora reacia a abandonar su «trono», a su joven ayudante que no ayuda y a sus nuevas- y desgraciadamente- necesarias amistades, convierten su vida en una secuencia al más puro estilo «Vive como quieras» de Capra..

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LAS MITFORD






La fascinante historia de las seis hermanas aristócratas Mitford



Deborah Mitford, la duquesa viuda de Devonshire fue quizás la única mujer en el mundo que bailó con John F. Kennedy y, pocos meses después, tomó té con Adolfo Hitler. Su muerte marca el fin de una era: desde el nacimiento de la mayor de las hermanas. Mitford, hace 110 años, esta famosa familia fascinó a muchos, y con razón. Hijas del Lord y Lady Redesdale, conocidos como Farve y Muv, las seis chicas Mitford -Nancy, Pamela, Diana, Unity, Jessica y Deborah- fueron criadas en un ambiente excéntrico. Vivían en la pobreza absoluta en casonas señoriales y creían en poltergeist, predestinación y supersticiones varias .El odio que su inculto padre le tenía a los extranjeros, católicos y cualquier persona "ajena" terminó inculcándole a sus hijas una actitud individualista y la confianza para defender sus firmes opiniones. Su domesticada madre -algo poco común en una era en la que las tareas del hogar eran exclusivas de los sirvientes-, les dio a las chicas una saludable dosis de sentido común. En algún momento, adquirió gallinas con la idea de venderle huevos a los restaurantes elegantes de Londres; en otro, dejó de usar servilletas de lino, porque costaba mucho lavarlas.
A su suerte
Las niñas tenían que seguir una dieta kosher: los mariscos, las salchichas y "el sucio cerdo" eran prohibidos. La razón era la extraña creencia de que el cáncer era menos prevalente entre los judíos.Comían Kosher, aunque no eran judíos; no creían en la medicina ni el colegio, pero sí en espíritus.La medicina era denegada y las operaciones se realizaban sólo cuando ya no había más remedio.El colegio no era bien visto, por el riesgo de que las niñas desarrollaran pantorrillas gruesas jugando al hockey.Como resultado, una sucesión de institutrices chifladas intentaron educar a las hermanas Mitford.
Pero, aparte de una nana a la que adoraban y a la que llamaban Blor -que era firme pero justa-, las niñas fueron abandonadas a su propia suerte.No obstante, gracias a su inteligencia, belleza y mordaz sentido del humor, la prensa las empezó a presentar como celebridades antes de que hicieran algo para merecer tal halago.Diana (1910-2003)

Diana Mitford
Diana tuvo dos hijos con su marido facista. Diana había causado sensación cuando se casó con el heredero de la fortuna cervecera Bryan Guinness. Pero fue su affaire con el líder de la Unión de Facistas Británicos, Oswald Mosley, lo que la hizo merecedora de una mala fama de por vida.Como no le importaban las convenciones sociales, Diana vivía abiertamente como la amante de Mosley, con quien eventualmente se casó en secreto en la sala de la casa de Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda del Tercer Reich. Por sus cercanos vínculos con los nazis, a partir de 1940 fue encarcelada por más de tres años y luego mantenida bajo arresto domiciliario durante la II Guerra Mundial.Diana actuó como catalista de la progresión de las hermanas Mitford y la manera en la que reaccionaron a los turbulentos años 30.

Unity (1914-1948)
Unity, la inquieta hermana de la mitad, siguió los pasos de Diana y se unió a la causa facista: se puso una camisa negra y desfiló en Hyde Park, insultando a los comunistas.A los 19 años, se fue a Alemania donde colmó su ambición de conocer a Hitler, inmiscuyéndose en su círculo íntimo y sumiéndose en la política nazi.En 1939 intentó suicidarse pero su esfuerzo fue torpe. No obstante, años después, murió porque la herida de esa bala se le infectó.

Jessica (1917-1996)
Jessica, a quien sus amigos y familia llamaban Decca, contrarrestó el nazismo de Unity y se volvió comunista.Se fugó con su primo Esmond Romilly, quien también era comunista, y se fue a luchar contra los fascistas en la Guerra Civil Española. Rechazó sus raíces aristocráticas y se fue a vivir a Estados Unidos, donde luchó por los derechos civiles y escribió exitosos libros como "Nobles y rebeldes" y "Muerte a la americana".Incursionó además en el campo de la música, en los años 60, como cantante del grupo Decca & The Dectones.

Nancy (1904-1973)
Nancy era socialista.
Al final de la guerra, se libró de un matrimonio aburrido mudándose a París, donde escribió sus famosas novelas. Se vestía de Dior y tenía un affaire sin esperanzas con la mano derecha de Charles de Gaulle, Gaston Palewski.

Deborah (1920-2014)
Deborah vivió contenta en el campo.Sus pasatiempos favoritos era montar a caballo y salir a cazar, y se describía a sí misma como apolítica. Fue una debutante muy popular y conoció a Kathleen Kennedy y su hermano John, el futuro presidente de EE.UU.
Deborah se casó con Lord Andrew Cavendish en 1941 y la familia se entrelazó con la de los Kennedy cuando Kathleen y Billy Cavendish se casaron en 1939.Así quedó vinculada al presidente más famoso y a Adele Astaire, la hermana de Fred, la estrella de Hollywood, que terminó siendo su tía política.

Pamela (1907-1994)
Aunque evitaba ser el centro de atención, se casó con el científico millonario Derek Jackson.
Recorrió Europa en auto sola y fue una de las primeras mujeres en volar en un avión transatlántico comercial.Su gusto por la aventura se equilibraba con una domesticidad tranquila, y era feliz en su hogar, en su huerta y cuidando a los animales.



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